Comerciantes deben vender tras las rejas por tantos robos
Hace dos años, el porteño Juan Chapa Núñez conoció, paradójicamente, a los que llevan el nombre de su botillería: "Los Chicos Malos". Resulta que un grupo de antisociales, provisto de armas y las peores intenciones, lo atacó a tal extremo, que lo dejaron amarrado y tirado detrás de unas jabas, sin siquiera poder clamar por ayuda. "Me amarraron, me pegaron y me tiraron ahí detrás (apunta donde están las botellas). Eran varios y muy violentos. Así que desde esa vez que decidí enrejarme porque ya eran muchas las veces que me habían robado", relata don Juan, lamentando que su negocio ubicado en la subida de Tomás Ramos, se parezca a la celda de una cárcel.
Similar es el testimonio de María Acevedo que, hace un año aproximadamente, sufrió un ataque parecido en su local "Provisiones Lorena", ubicado en la calle San Francisco. "Me asaltaron con cuchillo y se llevaron todas las cosas. Por eso enrejé, porque quedé muy asustada y traumada. El barrio se ha puesto cada vez más peligroso por el asunto de las drogas, así que por lo menos la reja me ha ayudado a que no roben de nuevo porque trabajo acá sola ¿y qué va a hacer una con dos o tres tipos que se le tiran con toda la fuerza?", se pregunta la mujer.
Ante este escenario, el gobernador de la provincia de Valparaíso, Omar Jara, señaló estar muy inquieto. "Estamos preocupados de la delincuencia en el comercio, tanto de Valparaíso como en el de Viña del Mar. El próximo miércoles en la mañana, nos vamos a juntar con los presidentes de ambas cámaras de comercio y las Policías, para proponernos en una estrategia común de prevención de asaltos en estos locales. Efectivamente hemos notado que ha habido un aumento, no tengo datos concretos, pero hay una percepción de aumento de delitos en locales comerciales establecidos", declaró la autoridad.
Cierran temprano
Leonardo Contreras, abogado y fundador de la ONG ciudadana "Volvamos a Creer", ha estado junto a locatarios y comerciantes del Barrio Almendral tratando el tema de la delincuencia. De hecho, constantemente está solicitando información a través de la Ley de Transparencia para obtener datos duros de los ilícitos y denuncias. "Hay datos que dan cuenta de que la violencia con la que actúan los delincuentes ha aumentado. Tenemos varios robos en lugar no habitado y homicidios perpetrados con armas de fuego en plena avenida Errázurriz. Los locales del Almendral generalmente no atienden hasta muy tarde, esto desde hace varios años, debido precisamente a la delincuencia que ha proliferado en el sector", señala.
Y agrega: "Incluso colegas abogados han sido víctimas de robos en sus oficinas y las bodegas de Fullerton hace una semana, esto especialmente en la calle Yungay, frente a los Juzgados Laborales, o sea, hoy nadie se salva".
Con todo, los comerciantes de este sector se han organizado, pero no han logrado muchos avances. "El municipio ha respondido poniendo más cámaras, pero dudamos de la calidad y el efectivo funcionamiento de éstas. Pensamos que en todo Valparaíso hay más de 123 cámaras, pero no se ocupan como medio de prueba en los tribunales, los fiscales no las ocupan", afirmó Contreras.
Traslado de asaltos
Sin embargo, para el abogado los delitos se han ido trasladando. "Los asaltos violentos se trasladaron del Almendral al barrio Puerto, pero en el Almendral seguimos viviendo la amenaza constante de los robos por sorpresa o lanzazo. Los hurtos o "cartereo" y las nuevas arremetidas contra oficinas y locales comerciales, estos últimos delitos generalmente durante la madrugada, cuando se supone que las cámaras son las que nos vigilan", apuntó.
Don Juan Chapa dice que por todo esto ha decidido "cortar por lo sano". "Como a las siete me empiezo a enrejar, pero en realidad es cuando apenas empieza a oscurecer. Y los sábados, cuando acá es muy solo porque se va toda la gente que trabaja en los alrededores, ya no abro y tengo cerrado toda la tarde", consignó.
La señora María está enrejada todo el día. "Ahora la cosa se está poniendo más mala por culpa de la droga. Hay menores de 14 ó 15 años que los toman pero después los sueltan y los adultos los mandan para hacer daño porque saben que van a salir luego por ser adolescentes. No es justo vivir así, pero es la única forma de cuidarme", aseveró resignada. J