El interno boliviano que analiza los alegatos de La Haya en cárcel porteña
Condenado a siete años por microtráfico -trasladó de Bolivia hasta Viña del Mar, 99 ovoides de cocaína en su estómago y debió entregarse porque falló la operación- David González (65 años, oriundo de Santa Cruz de la Sierra) por estos días es blanco de las bromas de otros internos del penal. Todo por los alegatos en La Haya, donde las autoridades de su país buscan generar una alternativa para conseguir una salida al mar.
"Mis compañeros chilenos me vacilan. Me dicen 'estás negro porque están peleando el mar'. Yo me río y les contesto '¡les vamos a quitar hasta Iquique!', pero son bromas nada más", comenta, sentado en una pequeña salita del penal porteño.
Luego se pone más serio y entrega su análisis: "Yo creo que no se va conseguir una salida al mar y que se va a respetar el tratado que ya hay (1904). El terreno en disputa no fue regalado, hubo sangre y muertes para conseguirlo".
No es que este cruceño no quiera mar para su país. Dice que ojalá se consiga lo que las autoridades están pidiendo, pero es realista. "Es una pelea perdida, eso no fue prestado a Chile, hubo miles de muertos. Con Paraguay pasó lo mismo, se quedaron con terreno boliviano y no se ha podido recuperar", afirma.
Como muchos de sus compatriotas David González conoció el mar siendo adulto. Fue durante la década pasada en Barcelona, tras cumplir allá su primera condena por microtráfico. Al salir estuvo viviendo en la ciudad catalana casi dos años y tuvo la oportunidad de bañarse en el Mediterráneo.
Sobre su estadía en el centro penitenciario porteño, David González cuenta que "acá estoy bien, tengo hartos amigos con los que me llevo muy bien, lo único es que no tengo visitas. Mi hija (tiene cinco hijos) y una sobrina vinieron el año pasado, pero ahora no tengo ninguna comunicación con ellos".
David tenía el dato de que en Chile la "cana" era mala. "Un vecino estuvo preso acá y me comentó que las condiciones eran malas. Yo no me acordé de eso cuando me ofrecieron traer los ovoides, me vine no más porque necesitaba el dinero", dice. Y asegura que acá no ha sufrido discriminación. "Nunca me han tocado, nunca un charchazo, porque uno se porta bien", afirma.
Ahora está próximo a ingresar a la escuela de la cárcel para completar su educación. Está entusiasmado con la idea y también con la posibilidad de conseguir la salida dominical, beneficio que se le podría otorgar el próximo año. J