El cara y sello del after hour en la plaza A. Pinto
Valparaíso es una ciudad bohemia con carrete constante. Durante el año la presencia universitaria se traduce en una importante actividad nocturna en los bares. En verano son los jóvenes turistas atraidos por el carrete cultural quienes hacen el recambio. Los vecinos sufren todo el año.
Cualquier día de la semana se puede encontrar un bar lleno de gente celebrando en compañía de una cerveza o una piscola. Ya pasaron los días en que la juerga terminaba a las cuatro o cinco de la mañana. Hoy, en cambio, el fenómeno del after hour se tomó las noches porteñas. Cuando el reloj marca las 01.00, en la semana, o las 04.00, los fines de semana, los bares y discotecas empiezan a echar a la gente porque la ley los obliga a cerrar, en algunos casos incluso ofrecen vasos plásticos para llevar el alcohol.
Una vez que cierran los locales la gran mayoría se dispone a buscar locomoción para irse a su casa y los más porfiados buscan un lugar para seguir parrandeando, en general se manejan tres opciones: ir a una botillería clandestina y tomar en la casa de alguien o en su defecto en la calle; buscar un bar que funcione en ese horario; o la opción más popular y económica: ir a la plaza Aníbal Pinto donde la fiesta sigue.
¿Vamos a la pinto?
El sector que comprende la plaza Aníbal Pinto, también llamada "La Pinto", y el inicio de la subida Cumming se llena de jóvenes fiesteros que van a terminar la noche. El lugar ofrece de todo. Hay espectáculos de música a cargo de músicos locales que deleitan a los asistentes, en las veredas hay gente que vende cerveza en lata, la tarifa promedio es de $500 y si te da hambre puedes degustar las hamburguesas de soya y sandwiches que se ofrecen también. La gente que decide que ya ha sido suficiente y es hora de irse a casa pueden tomar cualquiera de los colectivos que pasan junto a la plaza.
Conversamos con uno de los vendedores de cerveza que comercia en la plaza, aunque no nos quiso revelar su nombre, cuenta que estando de fiesta en el lugar notó que habían varias personas vendiendo distintas cosas, averiguó que era un negocio rentable y se decidió por hacerlo.
Suele llegar cerca de las 03.30 horas con un bolso lleno de latas de cerveza que compra con anterioridad y deja helando toda la tarde. Siempre va con 48 latas y las vende todas, a veces en menos de una hora, cómo él hay muchos otros vendedores de cerveza, varios de ellos son estudiantes.
El gremio de la locomoción pública y los vendedores de cerveza y hamburguesas de soya se ven muy beneficiados con el improvisado carrete que se forma, pero existe un grupo de personas que se ve muy perjudicadas por la situación, me refiero por supuesto a los vecinos del sector.
El otro lado
Junto a la plaza hay tres negocios que son víctimas de la actividad nocturna del sector. Sus dueños ya se habituaron a ser vecinos del carrete after hour y tienen que invertir de su bolsillo para comprar útiles de aseo y limpiar ellos mismos.
Gloria Cruz es la dueña de la óptica "Cruz", ubicada allí desde hace veinte años, ha sido testigo de la metamorfosis del lugar. Dice que la situación de los desórdenes comenzó hace unos cinco años aproximadamente y sólo ha traido problemas para su negocio. La suciedad, la basura y el olor a orina es una situación de todos los días. La dueña cuenta que antes había mas preocupación de la municipalidad por la limpeza de la plaza, pero ya no es así, quizás porque se aburrieron de que volviera a ensuciarse: "la otra vez vinieron a limpiar y al otro día ya estaba sucio" comenta Gloria y agrega que en una oportunidad llegó temprano a abrir su óptica y se encontró con la desagradable sorpresa de que el portón estaba abollado y la manilla estaba rota. Tuvo que llamar a un cerrajero para que abriera la reja e invertir más de $500.000 para instalar una nueva.
Al lado de la óptica está la tabaquería "Aromas Puro". María Paz Vera, trabajadora del negocio indica que tuvieron que acostumbrarse a la situación, de hecho nos señala un lugar en la entrada donde tuvo que limpiar un charco de vómito. Dice que le ha tocado abrir mientras todavía hay gente ebria durmiendo alrededor y siempre hay basura, según sus palabras "es como una casa carreteada al otro día".
María Paz manifiesta que sabiendo que la zona es bohemia por excelencia la autoridad debería preocuparse por el aseo y ornato. La joven reflexiona que al menos solo trabaja allí y no tiene que vivir en la zona. El tercer negocio es un restobar llamado "Plaza Cumming", su administrador Fernando Pizarro aclara que el único gran problema es la suciedad. El personal del local tiene que sacar escobas y mangueras para hacer aseo en la terraza pues se llena de latas, colillas de cigarro y hay muy mal olor. El administrador también señala que desde la municipalidad debería haber más preocupación, ya que vienen en contadas ocasiones y muy tarde. Para Pizarro lo ideal sería que se hiciera limpieza los fines de semana temprano, dice que antes venían camiones que mojaban la calle y después solo tenían que barrer los locatarios. No era ideal, pero en algo ayudaba.
Las personas que más sufren con la vida bohemia de la plaza Aníbal Pinto son los residentes del edificio Cooperativa Vitalicia, que tiene 42 años de vida y fue declarado patrimonial, pues es el primer edificio de altura de Valparaíso, pero los fiesteros de la Aníbal Pinto no respetan dicha condición. Juan Rodríguez, mayordomo del edificio, hace 35 años cuenta que la situación es insoportable y en verano empeora más aún. La bulla y el escándalo dura hasta altísimas horas y hay días en que se escucha ruido literalmente toda la noche, si a eso se le suma que han habido asaltos a la entrada del edificio, mucha gente ha optado por abandonar el lugar y mudarse.
Desde la administración del edificio tuvieron que invertir en una reja exclusivamente por este problema, ya que el pasillo hacia el hall era maltratado constantemente, "usaban el pasillo como bar, como baño y como motel" se queja el mayordomo, y agrega que todas las semanas se compra pintura para repintar las murallas que son rayadas cada noche.
Rodríguez declara que desde el edificio se han mandado cartas a carabineros, la municipalidad, la intendencia y la gobernación pero no han recibido ninguna respuesta. El último intento desesperado por solucionar el problema fue juntar firmas con los vecinos y comerciantes aledaños para mandarle una carta a la presidenta y que de una vez por todas se resuelva este desagradable problema que se arrastra por años. J