Chuquicamata sobrevive en un almacén de barrio
Llama mucho la atención como los lugares históricos han dejado de existir en Antofagasta. Los mini casinos y tiendas de accesorios de celulares son hoy parte de la cultura del norte de Chile y que año a año aumentan considerablemente dejando de lado estos emblemáticos sitios.
Si bien quedan sobrevivientes de esta lucha contra la modernidad y entretención, hay uno en especial que mantiene su esencia, el cual es idéntico a los kioscos que se encontraban en Chuquicamata en sus tiempos de gloria, con esos estantes de madera y tan altos que los dueños debían subirse a las escaleras para alcanzar el mítico papel higiénico o cera para el piso.
Se trata del "Almacén". Así se llama tan simple y corriente," Almacén", el cual se encuentra ubicado en la esquina de las calles Coquimbo con Salvador Reyes y es uno de los preferidos de este barrio céntrico de Antofagasta y que ha logrado batallar contra los compradores de terreno y emergentes edificios.
centenario
Todo comenzó hace muchos años atrás, vecinos sacan la cuenta y nos aseguran que hace unos 100 aproximadamente, Pedro Karzulovic y su esposa Juana Kalasic se instalaron con un negocio pequeño, el cual suministraba telas, botones y sierras a la comunidad nortina. Fueron años dorados, el local era rentable y la comunidad muy amable con ellos.
Por otro lado en Chuquicamata se iniciaba otra historia. Abraham Raúl Parraguez y Jeria Maslum se unían en matrimonio y así iniciar con el sueño nortino, el cual se consagraría en un viaje a Antofagasta para instalarse y tener hijos.
El marido era un reconocido futbolista amateur de la ciudad minera, quien a punta de gambetas y goles deslumbraba a todos los presentes de sus pichangas; es más, viajó por diferentes países de Sudamérica para defender los colores de Chuqui. Trabajaba en la desaparecida empresa Chilean Exploration Company.
Mientras tanto, su esposa Jeria Maslum también trabajaba en la mina nortina, siendo ese lugar el epicentro para que cupido hiciera la pega y se enamoraran por siempre.
Por otro lado, Karzulovic tras ver nuevos horizontes comerciales, les arrienda en 1954 a un joven Abraham y a su señora este lugar, con el objetivo de iniciar su almacén de barrio y mantener la infraestructura que hasta el día de hoy se mantiene.
Parraguez y Maslum pusieron todo el empeño del mundo y dejaron el recinto reluciente e idéntico a los negocios de su amado Chuqui, el que tienen la mística de una pulpería de salitrera, más el sello de una atención personalizada y amena.
En la actualidad Carol Parraguez hija de Abraham ha seguido por más de 14 años trabajando y viviendo acá, cuya finalidad es mantener viva la tradición familiar, es más dejó de lado un poco su profesión, educadora de Párvulos, para seguir atendiendo a sus vecinos y a la comunidad en general, situación que no la complica sino la motiva a seguir, ya que lo hace en favor y recuerdo al sacrificio que hicieron sus padres por ella y sus hermanos.
"Este almacén dio la educación a tres hijos y se ganó el cariño de los residentes, de antes y un poco los de ahora, ya que el concepto de vecindad se ha ido perdiendo con los años y eso ha provocado que muchos kioscos mueran con el tiempo", comentó Carol.
Si bien ella pasó toda su vida dentro de este local, recuerda con cariño las partidas de rayuela en su patio o atender a la clientela que pedía todo a granel, no como ahora que se vende todo por kilo, además acá se vendía de todo hasta regalos para los cumpleaños.
Respecto al nombre del recinto, la misma Carol nos comenta que a su padre nunca le gustó identificarlo y con el paso de los años se mantuvo así. Pero eso también le dio una identidad, ya que muchos lo señalaban como el negocio de la señora Jeria o el de la esquina.
A su vez la ornamentación de la tienda deja al cliente perplejo, esto porque existen varios artículos que son antiguos, desde una pesa hasta un gancho, este último tiene más de 60 años y tiene por finalidad agarrar cosas desde las alturas, es tanto el interés por este artículo que le han ofrecido dinero para comprárselo, mientras tanto, las paredes y puertas se mantienen idénticas hace 100 años, donde la madera de pino Oregón posiciona a esta infraestructura como una de las regalonas de los nortinos nostálgicos.
"Mi papá siempre lo quiso dejar tal como lo arrendó y nosotros lo hemos dejado igual. La gente le gusta eso porque es como recordar su niñez o a sus padres. Es más creo que es la identidad perdida de un negocio de barrio y que aún perdura en uno que otro local de la ciudad", comentó Parraguez.
Anécdotas
Para Carol y su hermana Gardenia tratar de llevar a cabo el negocio y tenerlo en pie durante todos los días es una pega difícil y con mucho sacrificio, es por eso que esperan que siga en la ciudad por varios años más.
En todo este tiempo Gardenia recuerda que su negocio fue uno de los primeros en tener teléfono público. Gran parte de los vecinos venía a llamar a sus familiares o muchos daban como contacto el número del negocio, siendo un tipo de secretaria de todos los recados que dejaban.
Por si fuera poco también se fiaba y donde existía una libretita que tenía cortitos a todos los morosos, lamentablemente este acto de confianza se fue perdiendo con los años, ya que muchos amigos, vecinos partieron a otros lugares de la ciudad o de la región.
Respecto a los robos estos han estado controlados, porque muchos creen que estas mujeres son inofensivas, les contamos que son de armas tomar, ya que en tres ocasiones han enfrentado a delincuentes y estos han salido todos machucados o lesionados.
Lamentablemente los años y el crecimiento de la ciudad han pasado la cuenta en esta delicada infraestructura. Durante estas semanas se han llevado a cabo trabajos en las veredas, situación que ha provocado daños en la madera y otros rincones de la casa. "He golpeado las puertas de todos lados para pedir ayuda, pero nadie nos escucha, al parecer las autoridades privilegian los edificios o casas nuevas antes de los recintos históricos", sentenció Carol, indignada.
Sin duda un lugar que recuerda al desaparecido Chuquicamata y aquellos almacenes históricos que aún perduran en la selva de cemento que se ha convertido Antofagasta. J