Sexo y alcohol
A mi Facebook me llega la siguiente frase: "¡subieron el copete, fregaron las feas!". Además de tener una fuerte connotación machista, el chiste tiene una carga de veracidad y que se asocia mucho a la forma de relacionarse que tenemos los chilenos, donde antes de nada siempre está el trago como un sistema conectado a la conquista amorosa y sexual.
Muchas parejas, antes de consumar su pasión, se juntan en bares y pubs a beber alcohol para desarmar la armadura de la vergüenza y de los prejuicios y poder atinar sin mayores atados. Unos dos o tres pisco sour pueden ser la formula precisa para terminar bien en buena relación física, pero esta técnica, especialmente en los hombres, es de doble filo, ya que cuando los tragos dejan de actuar como un estimulante y se convierte en depresor, vienen las mayores catástrofes.
En mi juventud habían muchos que tomaban para impedir que "se les acelerara el proceso" y poder retener la pasión (¿me entienden?). Después el alcohol asume el papel de derribador de la moral propia y finalmente viene el tradición alcoholismo de la adultez, donde uno ya no puede tener una relación sexual sino está con varios copetes en el cuerpo (especialmente en el matrimonio).
Cuando estudiaba filosofía tenía un amigo que era terrible de borracho (y tenía su pinta el loco). Siempre llegaban jovencitas no muy agraciadas a buscarlo y él ni siquiera se acordaba de haberlas besado. Una vez hasta se escapó por una ventana de la escuela para evitar encontrarse con una supuesta polola.
Personalmente asoció la conquista de mujeres con el buen beber. Me gusta conversar con un buen vaso de ron, pisco sour o vino en la mano, tomar y tomar con mi acompañante hasta que el deseo se toma la charla y las barreras ya están todas en el suelo. Lo que pasa después está en el ámbito de la intimidad y prefiero no entrar en detalles, ya que necesitaría como dos páginas para contar todo lo que pasa. (Si a mi edad uno no se tira flores ¿quién se las tira?).