Los desafíos del campamento que honra a Felipe Camiroaga
Foto: UPI/ Ramón Monroy.
Hace sólo unos días se cumplieron tres años del fatal accidente del Casa 212, que costó la vida del popular animador Felipe Camiroaga y otras 20 personas que viajaban junto a él, en un vuelo post terremoto al archipiélago de Juan Fernández.
Como era esperable, hubo notas en los diarios y programas especiales que recordaron la tragedia en TV.
En Viña del Mar, muy lejos del plan de la ciudad, de las cámaras y de los flashes, los habitantes del segundo campamento más poblado de la región de Valparaíso, recordaron en silencio la tragedia, pues en sus calles y en su día a día, la presencia del carismático animador así como también la de los otros 20 desaparecidos, es presencia permanente en sus vidas.
En el Campamento Felipe Camiroaga, ubicado en la parte alta de Forestal -uno de los cerros más populosos de Viña del Mar-, sus más de 3 mil habitantes recuerdan siempre la tragedia del 2 de septiembre del 2011.
Pero el recuerdo allí no se queda en la tristeza de la ausencia de los 21 del Casa 212, sino que con lo que cada una de esas personas, unas de manera más pública -como el mismo Camiroaga o el periodista Roberto Bruce- y otros en el anonimato hicieron en vida: servir, contribuir a terminar con la desigualdad y rechazar la injusticia.
Carlos González, vocero del Campamento Felipe Camiroaga recuerda que fue a mediados del año 2011 cuando nace este campamento compuesto preferentemente por familias que por diversos motivos habían quedado excluidas del sistema, ya sea por obtener un alto puntaje en su ficha CAS o porque no reunían las características para poder postular a subsidios.
'Ésta es la última de las decisiones y tal vez la más dolorosa: llegar a una toma. Fue así como llegamos a este campamento dando origen a una comunidad que ya cumple tres años', precisó el dirigente.
El campamento nació con el primer comité, el Felipe Camiroaga con unas 100 familias que llegaron a instalarse a la toma. La decisión de nombrar así el campamento fue espontáneo y como una forma de mantener vivo el recuerdo del animador de TV.
'Hay personas que trascienden y ese fue el caso de Felipe Camiroaga. Siempre pensamos en aquellas personas que tienen una propuesta hacia la sociedad. Justo por esos días conocimos del accidente de Juan Fernández y pensamos que allí se reunían personas tan trascendentales como Felipe Camiroaga y Felipe Cubillos, que siendo tan distintos, tenían un propósito común: levantar Chile. De ahí nace el nombre del campamento', precisó González.
Pero no sólo los nombres más conocidos se encuentran inscritos en la memoria y en el día a día de este campamento. También lo están los de esos otros 19 chilenos que tienen en el campamento sus calles y pasajes.
'Estas 21 personas perecieron en un acto de servicio a la comunidad y es por eso que consideramos que esos 21 nombres tienen que estar inscritos aquí', añadió el dirigente.
La vida en los campamentos no es nada fácil. Las carencias están a la orden del día y aquello que, en muchas casas se da de manera automática como encender la luz o echar a correr el agua para darse un baño de agua caliente, en el campamento representa un sueño difícil de alcanzar y cargado de innumerables frustraciones.
Para tener luz hay que colgarse del tendido eléctrico; para el agua, 'pinchar' las matrices para pedir 'prestado' el suministro. No hay alcantarillado ni comodidades.
De ahí que la labor de los dirigentes en estas organizaciones sea trascendental en el destino de sus representados, las luchas individuales no sirven y es aquí donde se hace más patente eso de que la unión hace la fuerza.
Malos dirigentes impiden avanzar hacia la regularización y marginan a miles de familias de poder concretar el sueño de su casa propia. De esto conocieron las más de 900 familias del campamento Felipe Camiroaga quienes sin querer ahondar mayormente reconocen que en los primeros años, algunos dirigentes que ahora ya no están lucraron a costa de la necesidad de las familias.
'Aquí hubo dirigentes que lucraron con nosotros y eso hay que decirlo. Los primeros presidentes se llevaron mucho dinero. Pedían entre 300 y 400 mil pesos por terreno y cobraban por cada 'mejora' como colgarse de la luz, por todo cobraban y por la necesidad, pagábamos', denunció Marcela Salazar, presidenta del Comité Isla Juan Fernández.
Pero afortunadamente los integrantes de los seis comités que dan vida al campamento lograron reaccionar y favorecieron la llegada de dirigentes comprometidos que día a día dan muestras de su vocación de servicio.
Hoy cada comité tiene su directiva: un presidente, un secretario, un tesorero y tres delegados. Cada comité forma parte del directorio del campamento.
A pesar de las legítimas y necesarias diferencias entre los dirigentes, existe un propósito común: lograr concretar la compra de los terrenos y obtener la regularización de las viviendas.
'Por el año en que nació este campamento quedamos fuera del catastro y uno de los anhelos del campamento es ser ingresados al registro de campamentos, es el paso que queremos dar. Internamente hemos realizado los registros de los vecinos: cuántas personas y la respectiva realidad de las familias. Estamos trabajando con Techo y la municipalidad', precisó Carlos González.
Tal como ocurre en otros campamentos del país, mayoritariamente las familias que conforman el campamento Felipe Camiroaga son lideradas por mujeres jefas de hogar. En particular en este campamento, la presencia de niños y adolescentes es importante: más de un tercio de la población tiene menos de 18 años.
De ahí que la mirada de los dirigentes y en especial de las mujeres, sea velar por el bienestar de los niños propiciando espacios y actividades que permitan favorecer la vida sana.
'Aquí hay buena cepa, los niños y los jóvenes del campamento estudian, si usted sube en la noche no va a ver a los cabros en una plaza sentados. Por eso nos preocupa mantenerlos sanos, en todo el sentido amplio de la palabra', precisó Nelda Gajardo, secretaria del Comité Felipe Camiroaga.
Es por eso que las madres del campamento se preocupen especialmente de enviar al colegio a sus niños: el establecimiento más cercano - la Escuela Paul Harris - se encuentra a más de un kilómetro de distancia, en un camino de tierra que se vuelve imposible después de cada lluvia.
Prontos a celebrar su tercer aniversario, los habitantes del campamento Felipe Camiroaga sueñan con un gran regalo: poder comprar sus terrenos.
'Nuestros terrenos, es una de las primeras vías para obtener lo demás. No queremos que nos regalen nada sino que nos den la opción y poder comprar', afirmaron en una sola voz los dirigentes del Felipe Camiroaga. J