El difícil trabajo de los funcionarios del SAMU
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Incendios, accidentes, actividades masivas, traslados de pacientes, contención a las familias, personas eufóricas, enojadas y algunas hasta peligrosas, son, entre otros, los factores con que a diario deben lidiar los funcionarios que trabajan a bordo de las ambulancias del Servicio de Atención Médica de Urgencia, el Samu.
Creado en nuestro país en el año 1994, específicamente en el hospital Gustavo Fricke de Viña del Mar, el Samu es un sistema de medicina prehospitalaria que busca dar las primeras atenciones y trasladar a los pacientes hasta los servicios de urgencia de una manera rápida y segura.
Muchos ven con cierta distancia el trabajo en el Samu o de frentón critican el sistema, pero, detrás de la falencias, hay hombres y mujeres esforzados que no cumplen sólo un rol, sino que varios. Algunos que son de su competencia profesional y otros que salen de su corazón.
El doctor Heriberto Pérez es el jefe del Samu del servicio de Salud Viña del Mar-Quillota y es quien fundó este sistema de atención prehospitalaria en la Ciudad Jardín, al ver la necesidad de dar una rápida atención a los pacientes en el lugar de los hechos y estabilizarlos para luego trasladarlos a los centros de salud.
Hasta principios de los '90, el sistema era de una lentitud letal. Cuando había un accidente, muchos de los heridos eran trasladados por sus propios medios a los centros de salud, al no existir los sistemas de comunicación que se tienen el día de hoy.
En esa época había un teléfono de emergencia que estaba instalado en un pasillo de los centros asistenciales y que contestaba cualquier funcionario, que tomaba los datos, los anotaba en un papel, los juntaba con otros y el vehículo salía, sin contar con radio o teléfonos celulares, a una ronda por la ciudad.
Todo comenzó a cambiar en 1993, cuando el doctor Pérez, a raíz de una invitación a Francia, se dio cuenta del cambio de paradigma que había que hacer. Básicamente, entendió que había que trasladarse con los médicos a la calle.
Así nació el Samu y el número único de comunicación, se mejoraron los tiempos de respuesta y aumentó la sobrevida de los pacientes en casos de urgencia, pero muchas veces poniendo en riesgo la integridad de los funcionarios.
'El ambiente que uno vive en la medicina prehospitalaria es bastante inseguro, se trabaja en un ambiente donde participan otros organismos, donde participan muy directamente testigos, familiares de víctimas, gente que no están en ninguna organización formal, pero que tiene conocimiento y eso crea complejidad en el ambiente. Uno está expuesto a accidentes en la ruta, porque en los accidentes vehiculares puede haber un accidente secundario, cosa que ha pasado, pueden haber accidentes de desplazamiento de nuestros funcionarios, podemos tener accidentes porque trabajamos en un medio difícil, por ejemplo, en alturas, nos metemos a lugares que son confinados con gente atrapada, donde hay fuentes de energía eléctrica que no ha sido desactivada, derrame de combustibles y ambientes contaminados', explica el jefe del Samu del Servicio de Salud Viña del Mar-Quillota, doctor Heriberto Pérez.
Otra de las complejidades se da cuando los funcionarios ingresan a hogares o presencian situaciones donde hay violencia intrafamiliar, que puede ir desde una mala palabra hasta un balazo a la víctima.
Por ello es que, cuando hay un ambiente hostil, los funcionarios no ingresan hasta que no llegue el personal policial que contenga la situación.
'El primer dogma de la medicina prehospitalaria es la seguridad del equipo que está interviniendo. También tenemos ambientes inseguros con pacientes siquiátricos agitados, no sabemos con qué nos vamos a encontrar, la mayoría no es así, pero puede ser una persona agresiva, puede estar armada, haber agredido a alguien y, al ser personas que no tienen capacidad de razonar, no tienen responsabilidades al ser interdictas', señala el doctor.
Los paramédicos deben asistir a personas en ambientes donde, por lo general, hay personas opinantes, que creen que saben más o que intentan dirigir la operación.
'Por ejemplo, es muy frecuente que si nosotros estamos atendiendo a una persona en un paro cardiorespitarorio, es decir, una persona que está clínicamente muerta, no puedo subirlo a la ambulancia y reanimarlo en el trayecto, porque la efectividad de ese procedimiento es nula. Es más, si vamos en trayecto en una ambulancia y un paciente hace un paro, tenemos que detenernos. Entonces, cuando llegamos un lugar donde hay una persona en paro y hay mucha presión social a su alrededor y uno empieza a hacer maniobras, la gente empieza a reclamar y exigir que se lo lleven en la ambulancia. El público no entiende los procesos y está la idea preconcebida de que mientras más rápido se traslade a ese paciente, el resultado va a ser mejor', explica el galeno.
A todo lo anterior se suman las agresiones producto del mismo ambiente hostil en que se trabaja, porque las víctimas se sienten atropelladas en sus derechos, porque no se cumplen las expectativas de quien observa la situación o porque se piensa que los tiempos de espera son muy prolongados.
'Por ejemplo, nos piden una ambulancia por una situación grave en Reñaca alto y, aunque la tenga disponible, no vamos a llegar en dos minutos. Yo he estado en situaciones de espera de ambulancia en un accidente y el tiempo de espera siempre es eterno, uno en realidad nunca sabe cuánto esperó aunque mire la hora, porque con el nerviosismo es imposible acordarse', dice el médico.
Otras situaciones que tienen complejidad son los eventos masivos, como la peregrinación de Lo Vásquez, el Año Nuevo en el Mar, el Dakar o los juegos Odesur, donde hubo que estar simultánea en Curauma, caleta Higuerillas, Viña del Mar y Quillota, momentos en que tampoco se puede de desatender al resto de la ciudad.
Según explica el doctor Pérez, de cada cien salidas de ambulancias, aproximadamente el 15% son para accidentes vehiculares; el 85% restante son otras emergencias, como el infarto, el diabético, la mujer en parto, el niño con convulsiones, la fiebre, el asmático, las insuficiencias cardíacas, las enfermedades respiratorias crónicas y el traslado de pacientes críticos.
'Eso no se ve, sólo se ven los accidentes porque es lo más espectacular, pero lo menos frecuente; entonces cuando ocurren todos estos eventos o cuando nosotros intervenimos en el medio fuera del hospital, no sabemos a lo que vamos', señala el jefe del Samu.
¿Cuál ha sido la peor emergencia en la historia del Samu? El doctor Pérez lo recuerda con claridad y como si hubiera sido ayer: 'La caída de la pasarela de Portales el Año Nuevo de 1999'.
'Ahí tuvimos casi cien heridos y un muerto. Ese fue particularmente complejo porque la pasarela cuando cayó dividió en dos la avenida España y la gente que venía atender, es decir, del Samu de Valparaíso, no podía llegar por los tacos; en cambio de Viña tuvimos más posibilidades de avanzar, aunque no se veía lo que pasaba del otro lado, se trabajaba casi a ciegas en la noche', rememora. J