El poder vuelve al pueblo. Es así, aunque sea de a gotas, en forma incompleta o con poca frecuencia, por nuestro sistema institucional en el que la participación es débil y escasa. Este domingo el poder vuelve al pueblo. Porque es la forma de manifestar la voluntad de continuidad o cambio, de molestia o inconformismo, de satisfacción o frustración. No votar, aunque legítimo y legal, es caer en la pereza y la desidia.
¿Cuántos de los que no asistirán a sufragar estarán descontentos con el sistema? ¿Cuántos no lo harán por mera flojera cívica? El no votar es criticar el sistema, pero también seguir el juego del sistema. Este sistema ha promovido la libertad, pero la libertad de comprar entre dos marcas no la verdadera libertad de elegir ¿Qué libertad tienen los pobres? Yo voy a votar, y voy a votar por los cambios, probablemente no por todos los cambios que quisiera, quizás incluso por muchos menos cambios de los que quisiera, pero por los cambios. No hacerlo, sería permitir que la no participación deslegitimara políticamente la necesidad de hacer cambios, que el inmovilismo ciudadano se confundiera entre la desidia y la flojera. Es cierto que debemos profundizar la participación, mejorar la democracia, fortalecer las instituciones, promover los cambios, pero es imposible hacerlo desde la indiferencia y la abstención, porque la abstención crítica se enreda peligrosamente con el conformismo y la ignorancia.
Rodrigo Reyes Sangermani.