Tierra adentro con los productores de chicha
En medio de los polvorientos campos de Petorca, dos agricultores preparan este típico brebaje dieciochero con la receta artesanal. Hasta de Valparaíso van a comprarles su famoso "caldo".
Las Fiestas Patrias están a la vuelta de la esquina y la demanda por chicha se dispara, pero pocos saben los malabares que los pequeños productores de la comuna de Petorca deben hacer para poder mantener su producción. Carlos Alvarado, de Petorca, y Mauricio Olivares, de El Sobrante, son dos agricultores que, a pesar de la grave crisis hídrica que enfrenta la comuna, se las arreglan para que este "18" no falte la chicha en las ramadas, fondas y asados.
En una temporada normal, Carlos producía más de 1.000 litros de chicha, pero desde que la sequía se agudizó, la producción apenas alcanza los 300 ó 400 litros, de los cuales este año tan sólo quedan un par de chuicos.
Para este productor, si la situación de escasez hídrica se mantiene, el próximo año será crítico: "Tenía dos pozos que se secaron y ahora me queda uno, cuando se seque ahí voy a quedar...", señala un tanto acongojado.
Este revés de la naturaleza trae consigo que sea poco provechoso continuar con esta tradicional actividad, lo que atenta contra la preservación de la producción artesanal, que heredó de su padre.
Alvarado vive con uno de sus hijos, también llamado Carlos, pero dice que no lo ve dedicándose a esta actividad, ya que "no le gusta, porque no es rentable. Esto es artesanal, la chicha se da un tiempo y después se termina en septiembre y ya no hay hasta el otro año", asegura.
el "caldo"
Internándose en la precordillera, a una media hora de camino en vehículo, está El Sobrante, sector reconocido a nivel provincial por su inconfundible chicha. Allí, Mauricio Olivares, presidente de la Sociedad Agrícola y Ganadera El Sobrante, recibe a los vecinos y turistas que buscan el tradicional "caldo", como también se le llama.
Si bien la sequía está presente en toda la comuna, aquí se las han arreglado para que esta situación no afecte en demasía la producción.
Este lugar está ubicado geográficamente en una posición privilegiada, si se le compara con los otros sectores que se ubican río abajo. Aquí, el agua proveniente de los deshielos ha sido la salvadora, pues permite abastecer el canal que luego distribuirá el vital elemento entre los habitantes de El Sobrante. "Aquí tenemos que hacer el esfuerzo entre todos, haciendo mejoras al canal, así lo hemos estado haciendo", señala Olivares.
Este esfuerzo de la sociedad se traduce en números azules, ya que si en un año normal producían un promedio de tres mil litros de chicha, este año la cifra disminuyó levemente, alcanzando los 2800 litros.
En el sector esta actividad productiva ha perdurado a través del tiempo más que como un negocio, como una forma de mantener las costumbres de los tiempos patronales. "Esto ya se hacía acá hace unos 80 años y como nosotros tenemos todo el equipo para hacer el proceso artesanalmente, conservamos la tradición", manifiesta el dirigente.
Del jugo a la chicha
Ya sea en la tranquilidad del hogar de don Carlos o en las populares vendimias que realizan en El Sobrante, el proceso de producción artesanal de la chicha se mantiene intacto en estos lugares. Todo parte ya comenzado el otoño, en abril, cuando las uvas son cosechadas para luego ser llevadas hasta el lugar donde serán molidas, un trabajo que en la sociedad que representa Mauricio Olivares, es llevada a cabo por alrededor de 15 personas.
Más tarde, todo el jugo es depositado en grandes recipientes de cobre, donde es cocido hasta obtener la consistencia adecuada. Luego ese "caldo" es envasado en barriles para ser guardado por casi cinco meses, hasta que comienza su venta, cuando se acercan septiembre y las Fiestas Patrias. Sin duda, un momento esperado por los clientes, que a pocos días del "18" comienzan a agotar el stock de chicha de estos productores.
El desfile de clientes en esta época es interminable, quienes llegan a estas "picadas" generalmente a través de datos y recomendaciones.
Hace algún tiempo, Fernando Araya viajó desde Valparaíso para comprar la chicha de don Carlos, alentado por un amigo que ya la había probado, y ahora se ha vuelto un cliente habitual. Para este porteño, la mayor cualidad de esta chicha es el sabor que posee: "Me gusta el dulzor que tiene, tiene bastante cuerpo y es bien rica, exquisita". Además, asegura que prefiere este brebaje precisamente por su elaboración artesanal, ya que "todo lo elaborado científicamente pierde su naturalidad y esta forma de prepararla debería mantenerse en el tiempo".
Johana Moila, clienta de la Sociedad Agrícola y Ganadera El Sobrante, tiene una opinión similar acerca de la chicha de este sector. Para esta santiaguina radicada en Chincolco, el licor llama la atención por su consistencia y sabor, pues "el dulcecito que queda es muy rico".
Un sabor que atribuye a su elaboración artesanal, la que asegura "no debería perderse, sobretodo en esta tierra que es muy tradicionalista. Son cosas muy lindas para los turistas y también para la gente que es de la zona".
Incierto futuro
La intención de estos dos productores es continuar con la elaboración de chicha artesanal; sin embargo, la grave situación hídrica por la que atraviesa la comuna no hace más que poner un manto de duda sobre el futuro que tendrá esta actividad. Ambos, además, se dedican al cultivo de otros frutales, lo que les permita mantener sus hogares el resto del año, cuando las ganancias que deja este típico licor ya se han ido.
La sequía es para estos agricultores un verdadero enemigo para sus campos. A punta de trabajo y gracias a la cercanía del lugar con la cordillera, en El Sobrante el agua de los deshielos aún logra abastecer el canal del sector, con lo que han podido mantener las tres hectáreas de parronales sin mayores pérdidas.
Río abajo, en Petorca, la situación es más crítica para don Carlos: de mil parras que había plantado, la mayoría se secó, y hoy no le quedan más de 120. Para este agricultor petorquino, la única solución es que las autoridades gubernamentales se preocupen de este problema, porque "no tienen interés de hacer algo para que las tradiciones no se terminen".
A estas alturas del año, difícilmente caerán algunas gotas sobre este azotado valle y los pronósticos no son alentadores. Ya es sabido por los propios campesinos que sólo los meses de verano se encargarán de mostrar la difícil situación en su real magnitud.
Por lo pronto, en más de alguna ramada, fonda o asado familiar brindarán con las artesanales chichas de esta zona y mientras eso sucede, a cientos de kilómetros en medio de la cruda sequía, estos dos productores estarán haciendo su mejor esfuerzo para que el próximo año este típico licor no falte en su mesa.
"Esto es artesanal, la chicha se da un tiempo y después se termina en septiembre y ya no hay hasta el otro año". Carlos Alvarado, productor de chicha artesanal.