Cinthia Matus O.
Antes de que a la señora Mónica Álvarez Clavijo le dijeran que su hija Mabel González Álvarez (24) estaba grave, tuvo que pasar por una gran odisea. Todo comenzó el lunes 3 de junio, a las cinco de la tarde, cuando Mabel la llamó por teléfono para contarle que no le había podido recibir un envase de yogurt a su hijo, porque sentía un fuerte dolor en el pecho y se le había dormido la cara y la mano izquierda.
Mónica Álvarez, quien venía en un bus desde San Antonio hacia el sector de Lagunillas, en Casablanca, apenas la escuchó se puso nerviosa. "Mi hija me llamó cuando venía de ayudar a una amiga que tiene una hernia. Se escuchaba tan extraña, tan distorsionada, que le pedí que le avisara rápidamente a su pareja para irse al hospital, mientras mi otra hija se hacía cargo del niño", relató.
Mabel y su pareja llegaron a la unidad de Emergencias del Hospital San José de Casablanca, a las 18.05 horas. La madre, en tanto, llegó 15 minutos después. "Corrí a la urgencia y a mi hija la estaban ingresando a un box, para categorizarla. La dejaron en la categoría 3, de mediana gravedad, siendo que ella les había contado todos los síntomas que tenía: dolor de cabeza, adormecimiento de todo el lado izquierdo y dolor en el pecho", detalló Álvarez Clavijo.
Cuando Mabel salió del box, su madre le preguntó si había comido algo que le cayó mal, pero la joven, con la respiración agitada, le dijo que no, que su dolor no tenía que ver con eso. "Ella para entonces estaba amarilla del dolor, con el ritmo cardíaco acelerado, pero igual la mandaron a esperar por su atención", afirmó la mujer.
Cefalea y para la casa
Alrededor de la medianoche, tras largas horas de espera, Mabel González se levantó del asiento y golpeó la puerta del box pidiendo que la atendieran. "¡Hasta cuándo voy a esperar que me atiendan!, gritó desesperada, hasta que por fin la llamaron. La atendió una doctora, pero ni la escuchó ni la revisó. Ni se dio cuenta que tenía manchas rojas y moretones en el cuerpo. Le dio dipirona, betametasona y suero. De ahí la mandó a la casa con el diagnóstico de cefalea, a las 01.45 de la mañana", detalló.
La madre, indignada por la atención, le rogó a su hija que se levantara temprano con su pareja para conseguir uno de los tres números que dan en la urgencia de la posta rural de Casablanca. Así fue como, el martes 4 de junio, a primera hora, Mabel González consiguió que la atendieran en la posta. "La vio una doctora venezolana, quien la examinó harto rato, le dio medicamentos y le pidió una radiografía. Mi hija se la fue a hacer al hospital de Casablanca y la iba a llevar en la tarde, pero no pudo, porque de nuevo empezó con el adormecimiento. Me volvió a llamar para contarme y rápidamente fuimos a la posta", comentó la angustiada madre.
Al llegar, la doctora venezolana volvió a atender a Mabel González y revisó sus moretones. "Me preguntó si sufría de violencia intrafamiliar para descartar eso, pero le dije que no y que por favor me diera una interconsulta para llevarla al hospital Van Buren de Valparaíso. Luego ella habló con la jefa de la posta, pero al ver a mi hija, comentó que no tenía daños neurológicos y que lo que le había dado era una crisis de pánico", explicó Mónica Álvarez.
La madre junto a su hija le dijeron a la doctora venezolana que irían a su casa a cambiarse de ropa, ya que Mabel estaba indispuesta y se había manchado. Cuando regresan a la posta, a las 14.30 horas, Mabel ya ni siquiera se podía bajar del auto. "Estaba amarilla y la enfermera que nos recibió quería que se subiera a una silla de ruedas, pero yo pedía que la doctora la viniera a ver. Finalmente salió y me dijo: 'Mami, llévatela rápido a Valparaíso, porque la máquina para hacer el electrocardiograma está malo', corre, corre", manifestó sollozando.
Muerte inesperada
La familia llegó al hospital Carlos Van Buren pasadas las tres de la tarde. "En Casablanca la vieron dos médicos y en Valparaíso, otros cuatro médicos de turno. El miércoles en la mañana, uno de ellos nos dijo que le iban a hacer una transfusión de sangre y que se iba a mover para que la viera un hematólogo, pero eso no pudo ser", se lamentó la mujer.
A eso de las 10.20 de la mañana del miércoles 5 de junio, cuando su hija le pidió que la llevara al baño, la joven empezó a gritar y a convulsionarse en el piso. "Se estaba mordiendo la lengua también y se la llevaron rápidamente a la sala de reanimación. Ahí recién un médico nos dijo que la situación era grave y que iba a quedar hospitalizada por un cuadro de trombosis y ataque de epilepsia", recordó con tristeza.
El scanner que nuevamente le habían hecho a Mabel no arrojó daños neurológicos, pero a las 11.45 horas, el doctor encargado les dio la lamentable noticia. "Se supone que la iban a estabilizar para dar un diagnóstico más certero, pero el doctor nos dijo que la paciente había luchado por su vida y que había muerto por un paro cardiorrespiratorio y una anemia severa hemolítica", consignó.
Por todo esto, la familia pide más consciencia en los hospitales. "Tenemos claro que nada nos va a devolver la vida de mi hija, pero necesitamos que se haga justicia para que a nadie más le pase esto y que los médicos sean más humanos y empáticos. El 29 era su cumpleaños y tuvimos que celebrarlo tristemente en el cementerio, con lluvia", expresó Mónica Álvarez.