Guillermo Ávila N.
" ¡No me matís, por favor, por favor!". La súplica al llanto se repitió no una, sino varias veces. Casi tantas como aquellas 15 veces que subió y bajó aquel objeto contundente de metal que no paraba de azotar a toda furia la cabeza de una joven de 20 años de edad como si su masa encefálica se tratase de un clavo.
Sólo cuando el charco de sangre ya se hacía evidente a su alrededor, ese hombrón del martillo, de 27 años, puso freno a la brutal agresión. Y con ello, la razón de su actuar: "no le dio la pasada". Al menos así lo piensa con las palpitaciones a mil, y ya con antecedentes al respecto, Patricio Reyes, hermano de la afectada, cuyo nombre es Romané Reyes Córdova, estudiante, de cerro Alegre, y quien en la madrugada del sábado pasado, a eso de las 22 horas, comenzó a vivir su propio infierno que partió en el cielo al carrete en una discoteca de calle Blanco.
"Se conocieron como dos adultos. Mi hermana cuenta que el compadre le ofrece compartir en su pieza ubicada en Playa Ancha, aunque prefiero no dar su dirección para que no lo linchen", enfatiza Patricio, todavía en shock.
Testimonio al crudo
Ya con el pasar de las horas, ayer la afectada, Romané Reyes, se animó a revelar la traumática experiencia para que, según cuenta, nunca más lo sufra otra mujer.
Romané cuenta que ese sábado salió junto a unas amigas. Estuvieron primero en un local de Blanco, luego en otro de la misma calle. En un momento dado, las amigas se dispersaron. Ella quedó sola. Entonces, un sujeto se le acercó a saludarle. Le habló. Cuando Romané tenía su chaqueta para guardarla, el local cierra. Eran las 5 de la madrugada. Sola, el hombre volvió a abordarla. Tras un intercambio de palabras, el posible sospechoso ofrece la chaqueta para abrigarla. De allí la invitación a su hostal, donde arrienda una pieza en Playa Ancha. Ya en la orilla de la cama, Romané le dice que se tiene que ir a tomar la micro. Él responde que le pasará un abrigo. Se le acerca. "Yo cacho que quería algo". Y sí, el tipo trata de darle un beso, acota. "Suéltame, dije. Se pone arriba mío en posición de ataque: me sujetó los brazos. ¡Quería abusar de mí! Lo trataba de apartar. Su cara se desfiguró".
Fue en ese instante en que se desencadena el drama. "Él saca una especie de martillo, al lado de su cama". Sin más, recuerda la víctima, le asesta quince golpes -o más- en la cabeza. "Sentí muchos cortes, no veía nada. Estaba asustada. Me vi en el suelo, mareada, sin fuerzas. Era un charco de sangre. ¡Por favor, no me matís!, no le diré esto a nadie, sólo déjame ir, le grité varias veces".
Romané Reyes se da una pausa. Las palabras se le enredan entre sollozos. Toma un segundo aire y retoma: "Él se dio vuelta, trató de retenerme. Salí corriendo de la casa, luego en la calle, pedí auxilio... hasta que los vecinos salieron".
La madre de la afectada, a su lado, no para de consolarla. Jenny Córdova, se llama. Hoy la familia interpondrá las acciones legales: irán al Ministerio Público por la denuncia que en este momento está estipulada por lesiones graves. "Me entrevistaré con una abogada para que el tipo quede en la cárcel, esa es mi intención: pasar el caso por homicidio frustrado... porque la intención de él era matarla", narra tras llorar mucho lo de su hija.
Jenny Córdova entiende de acciones legales porque es asistente judicial. Aún con el dolor del caso en ciernes, agrega: "Ahora viene la parte engorrosa para mi hija. Queremos seguir adelante, yo voy a hacer pagar el tipo. No quiero que el día de mañana esto se repita con otras niñas".
Su otro retoño, Patricio Reyes, añade ya con paños fríos a la brutalidad del ataque, aquel aroma a femicidio frustrado: "La idea es ganar el juicio y que él pague. Falta que el fiscal apruebe la orden de arresto. Él tiene el derecho a un abogado. Se va a abrir un juicio para buscar la culpabilidad".