El policlínico de los libros
La oscuridad secreta
Según El libro tibetano de los muertos existe un período intermedio entre la muerte y el próximo nacimiento conocido como Bardo. Swedenborg reutiliza el mismo término para nombrar, desde una teología cristiana, el estado intermedio entre la muerte y el cielo o el infierno. Independiente de las conveniencias de cada uno la insistencia en este espacio revela un anhelo fundamental: habitar un lugar donde pensar la muerte antes de desaparecer por completo.
Un mundo perfecto, segunda novela de Andrés Olave (Abducción editorial, 2016), pareciera construirse precisamente sobre esta premisa. El relato comienza con Jeremías Negri caminando por un bosque. No hay recuerdos precedentes. Al llegar a una parroquia decide suplantar al cura ausente, pero la gente lo confunde con el original. Tal como K en El castillo de Kafka, asume un rol que de a poco consume y naturaliza su existencia. Todo esto se desarrolla en un mundo extraño, oscuro, plagado de pistas y fragmentos de un tiempo precedente que todos parecen conocer, salvo Jeremías.
En este mundo otro, el bosque funciona como margen y límite de la civilización: un espacio intermedio que permite el desmadre de sus habitantes y que alberga secretos de los que Jeremías parece ser partícipe. Si bien el relato parte con el asesinato del Conde Kialeou a manos de una prostituta, paulatinamente toma protagonismo la secta fanática del Culto de los adoradores del fuego quienes, en rituales atroces, queman vagabundos en las profundidades del bosque.
Con todo, Un mundo perfecto no consiste sólo en espacios enrarecidos, cultos fanáticos y falta de memoria. Lo intermediario de su construcción apunta también al campo de batalla donde fuerzas antagónicas luchan desde tiempos inmemoriales por la dominación del mundo. Desde esta perspectiva, el Bardo puede leerse en la novela como un margen ajeno a los espacios que limita y donde la salvación o la condena están siempre por delante.
Quizás quien mejor encarna la brutalidad de este espacio es Mefisto, líder del culto, quien se encarga de manipular los eventos y recordarle al protagonista las elecciones que ha olvidado. Desde la otra trinchera, Inocencio Pagliario, primer oficial, opera como la contrapartida de los intereses del culto y como la esfera de poder de la clase dominante. En el entramado complejo de esta batalla, Jeremías queda sujeto a las manipulaciones de ambos, habitando como puede entre la esclavitud y la resistencia.
En Un mundo perfecto, Olave explora, de manera análoga a como lo hace en La tienda de regalos (Abducción, 2015), otra faceta de las estructuras de poder que tiranizan el planeta. Con fuertes dosis de humor negro, la narración puede ser leída como un Bardo pero al mismo tiempo como un espacio intermedio, macabramente político, cuya tónica consiste en la necesidad de perpetuar lo que, en palabras de otro de los miembros del culto, constituye nuestro orden cotidiano: "lo que fue, lo que es, lo que será. Lo peor que ha engendrado el mundo".
Nombre: Un mundo perfecto
Autor: Andrés Olave
Editorial: Abducción